TAKANAKUY
El 25 de diciembre es el día del año que muchos
esperan con ansias en esta ciudad del sur peruano. Es tiempo de Takanakuy, una palabra quechua que significa “golpearse entre sí”.
Si tienes rencillas con alguien, lo puedes convocar a limar asperezas a
puño limpio en la plaza de toros de este pueblo. Sales al medio del coliseo y dices su nombre.
Si el convocado se acerca significa que acepta el desafío.
Cómo funciona
Las reglas son claras: sólo valen puñetes y patadas. Está prohibido
sujetarse, atacar por la espalda, tirarse encima del oponente o seguirle
golpeándolo cuando ya ha caído.
Las peleas duran, en promedio, tres minutos y terminan con un abrazo de los peleadores.
Con esta lucha se pone fin al conflicto. Como dicen, es Navidad, tiempo
de paz. Aunque, realmente, el origen de esta tradición no sea muy santo.
Esta costumbre
surgió en la colonia, cuando los españoles hacían
luchar a sus esclavos por diversión, como si fueran gallos de pelea, el 25 de
diciembre.
Al término del
dominio español, el Takanakuy se fusionó con la Huaylía, que son cantos y
danzas de resistencia inca, y se transformó en un
mecanismo para resolver sus desavenencias y mantener vivo su espíritu guerrero.
“Durante muchos años
estuvimos olvidados, no habían autoridades judiciales ni policiales, por lo que
así era como resolvíamos nuestros problemas”, explica Florentino Laime,
exalcalde de esta localidad.
Santo Tomás se ubica
a siete horas de la capital de Cusco, en el sur de Perú. Su altura es de 3.481
metros sobre el nivel del mar.
Tiene más de 24,492
habitantes, quienes se dedican principalmente al comercio, a la ganadería y a
la actividad minera.
"Antes que la Navidad"
“Muchos critican que
nos agarremos a trompadas el 25 de diciembre, pero yo conozco nada más salvaje y egoísta que cenar bien y darse
regalos mientras que otros, al lado de tu casa, no tienen qué comer. Además,
nosotros celebrábamos el Takanakuy antes que la
Navidad, que es una costumbre occidental y capitalista, que no nos representa”,
sostiene Florentino Laime.
La noche previa a la
pelea comunal, la población baila, canta y bebe en las casas de quienes
auspician esta celebración. A ellos se les llama padrinos y son distintos
Al día siguiente, al
promediar el mediodía, todos acuden a la plaza de toros. Van los curiosos, los
luchadores y los que prefieren seguir bailando y cantando como una forma de
catarsis.
Usan máscaras de lana, botas y tocados de animales disecados. Gritan
imitando el sonido de los gallos.
Las peleas son
voluntarias, nadie es obligado a pelear, así que quien sea convocado puede
ignorar el desafío.
Aunque ello, según
las reglas del Takanakuy, significa que reconoce la superioridad del
contrincante, explica Mario Fernández Hernández, uno de los 40 miembros de las
Rondas Campesinas de Santo Tomás que actúan como réferis en estos encuentros.
Las rondas
campesinas son organizaciones comunales que existen en diversas poblaciones
rurales del Perú para combatir la delincuencia.
En estos días de
Takanakuy, son ellos quienes deciden quién gana. A veces, esta decisión no es bien tomada por el grupo de los vencidos y
atacan al ganador.
A ese ataque se le
llama huayquia y está prohibido.
Cuando se forman
estos tumultos, los ronderos los dispersan a punta de latigazos y correazos.
“Si no fue hoy, la próxima será”, clama Eusebio Sibincha, presidente de los
ronderos, para pedir a los vencidos y los suyos que acepten la derrota.
El honor
Si ignoras el
llamado a pelear, tienes la opción de que un familiar o amigo salga a defender
tu honor.
Entonces, tu
contendiente decidirá si mide fuerzas con tu representante o escoge que alguien
más lo haga por él.
Hay familias enteras que se enfrentan a otras con el fin de que las
desavenencias se zanjen definitivamente.
Es decir, si a tu
papá le pegan, puedes salir a defenderlo. Si a ti tampoco te va bien, tu mamá
puede tomar la posta y así, sucesivamente, hasta que ambas partes se den por
satisfechas.
Las peleas no son
grupales, se dan de uno en uno, con rivales de
estatura y complexión similar.
Los únicos que no
son admitidos son los niños. El año pasado el Ministerio de la Mujer y
Poblaciones Vulnerables criticaron la participación de menores de edad.
Al respecto,
Florentino Laime, sostiene que esa situación no se da en Santo Tomás sino en
otras zonas del país, como en Cusco y Lima, en donde esta costumbre "se ha
tergiversado", pues se realizan peleas por apuestas y los luchadores
cobran por participación.
Además de querer
resolver altercados, hay quienes convocan a sus contrincantes sin otro objetivo
que medir fuerzas, como si fueran gallos de pelea, señala Federico Araujo, ex
peleador.
Es válido. Solo
deben tener la suerte de que alguien acepte el reto.
Lo que no se permite
es el ataque artero. Si no haces una lucha limpia, de nada servirá que ganes.
Nadie reconocerá tu victoria y eso es peor que ser
vencido.
Los peleadores
En la tarde del
viernes concluyó el primer día de Takanakuy. La falta de mujeres luchadoras y
una intensa lluvia apuró el final.
A esa hora se desató
la fiesta, en la que ganadores y vencidos, público y autoridades, comenzaron a
beber cerveza helada a raudales.
El diluvio parece haber calmado, solo por unas horas, los ánimos del
pueblo guerrero.
Jacinto Reyner
Huamaní ha salido victorioso. No ha peleado para resolver un problema sino por
deporte.
“Yo practico con mis
amigos, vecinos y mi hermano Eloy, que tiene 22 años. Me llevo bien con todos,
pero me gusta participar porque me siento ágil y hábil”, sostuvo el luchador de
32 años, delante de una caja de cervezas que compartía con sus orgullosos
amigos.
Pelea desde que tenía 7 años, ahora tiene 20.
“He ganado casi todas
mis peleas, ésta es mi plaza”, contó el joven, de cuerpo delgado y piernas
ágiles una hora después de triunfar en la plaza de toros.
Sin embargo, aún
estaba con ganas de pelear y, al ver las cámaras fotográficas, subió los puños
al rostro y se puso en posición de ataque.
En otra esquina,
Ander Puma Mendoza, de 25 años de edad, llevaba el rostro cubierto por la
máscara de lana con la que peleó.
Él también luchó
esta vez por afición y ganó, aunque admite que en un par de ocasiones acudió a
esta plaza para resolver conflictos de tierras.
“Dos veces han invadido mis terrenos, pero lo resolví peleando, esto es
mejor que ir al juez, porque todos sabemos que quien gana la pelea, tiene la
razón”, dice Ander y se levanta la máscara para beber un trago.
Se estima que este
año sucedieron alrededor de 30 contiendas, aunque en otras oportunidades se han
dado hasta 80 combates.
El club andino de la pelea proseguirá hasta el 6 de enero, cuando
se celebra la Bajada de Reyes, buscando hacer las paces en esta ciudad y en otras
poblaciones cercanas.
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